Con una mirada profundamente mexicana, el reconocido director se incorpora a Mama Hungara para aportar su sensibilidad cinematográfica, su sentido del humor y un enfoque narrativo que conecta lo íntimo, lo cotidiano y lo universal.
Director y guionista multipremiado, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), Ricardo Castro es conocido por su trabajo en el cine y por dirigir películas como su ópera prima, “Los (casi) ídolos de Bahía Colorada” (Netflix) y su más reciente largometraje, “El Club Perfecto”, que llegará a los cines en agosto de 2025 tras ganar el Premio del Público en el Austin Film Festival 2024.
También dirigió el documental “Adiós, adiós, adiós”, estrenado en el Festival Internacional de Cine de Huesca, donde recibió el premio a Mejor Documental Iberoamericano. La película fue seleccionada en festivales como Clermont-Ferrand y DOCNYC, y obtuvo la preselección a los Premios Óscar 2021.
En paralelo a su trabajo en cine, Ricardo ha desarrollado una exitosa trayectoria como director de comerciales y videoclips.
En esta entrevista con Cris Gee, habla sobre su universo creativo, el papel central del storytelling en sus piezas y su deseo de expandir su lenguaje cinematográfico hacia nuevos territorios visuales.

Cris Gee: Tus proyectos están profundamente conectados con el imaginario colectivo mexicano, desde los símbolos hasta los códigos culturales. ¿Cómo trasladás esa identidad visual y narrativa al lenguaje de la publicidad sin perder su autenticidad?
Ricardo: Soy un fanático de las excentricidades de la cultura pop y, sobre todo, de la idiosincrasia de cada país. Creo que uno de mis hobbies favoritos es observar, ya sea en la calle o en redes, la originalidad con la que la gente vive su día a día. De ahí saco mucha inspiración para mis proyectos. Esta mañana, por ejemplo, vi un video de un señor que le organizó unos XV años a su perrita Chihuahua, con mariachis y todo. Me pareció fascinante.
Cuando dirijo campañas, trato de incorporar esos rasgos profundamente locales en diferentes capas: en la historia, en el diseño de producción, en los personajes o incluso en el lenguaje de cámara. La clave está en hacerlo de forma orgánica, sin imponer una mirada externa, sino dejando que esas particularidades enriquezcan la narrativa.
Para mí es una gran responsabilidad representar con fidelidad la cultura sobre la que estoy trabajando. No me interesa quedarme en un trazo superficial o usar elementos estéticos solo porque “funcionan”. Me gusta llegar al fondo de lo cotidiano, rescatar lo que nos hace únicos y usarlo como materia prima para contar historias que realmente conecten. Creo que eso es lo que hace que una campaña se sienta auténtica, y que el público se reconozca en lo que está viendo.
Cris Gee: En tus piezas, el estilo retro, el humor y el tono lúdico aparecen como hilos conductores incluso en narrativas más profundas. ¿Cómo encontrás ese equilibrio entre lo emotivo, lo cultural y lo divertido?
Ricardo: A lo largo de mi carrera descubrí que la forma más efectiva de conectar con la audiencia es a través del humor. La risa abre una puerta inmediata: desarma, genera empatía y prepara el terreno para emociones más complejas. Lo uso como estrategia narrativa: empiezo con lo lúdico y, poco a poco, voy llevando al espectador hacia zonas más sensibles o profundas que quizás, de entrada, podrían haber resultado demasiado abruptas.
Además, en lo personal, creo que no hay mejor forma de transitar la vida que riéndose de uno mismo y de las tragedias que a veces nos tocan. Para mí, esa es la catarsis más poderosa: aceptar el caos del mundo con una sonrisa, como una forma de resistencia y de alivio.
El mejor resultado que puedo lograr como director es que alguien ría y llore con la misma pieza. Ese equilibrio entre lo emotivo y lo cómico me parece el combo más hermoso que puede ofrecer el lenguaje audiovisual.

Cris Gee: Hay una sensibilidad cinematográfica clara en tu forma de narrar, incluso en formatos breves. ¿Cómo abordás la construcción de personajes y la dirección actoral cuando el tiempo es limitado pero igual querés dejar una huella emocional?
Ricardo: Para mí, el desarrollo de personajes es siempre el primer paso. Incluso cuando tienen pocos segundos en pantalla, necesito entender quiénes son: construir una pequeña historia que les dé contexto emocional, pensar cómo se visten y por qué, cómo hablan, qué gestos los definen, qué los hace únicos. Trabajo sobre esos detalles para que, partiendo de un arquetipo, surja un personaje con profundidad.
Creo que ahí está la clave para dejar una huella emocional en el espectador: que el personaje se sienta vivo, humano, real y no tan sólo un maniquí al servicio de una escena, sino alguien que podría existir más allá del encuadre, el vínculo con la audiencia se vuelve mucho más potente.
Cris Gee: Tus películas tienen una mirada íntima, fragmentos de tu historia, de tus afectos, de tu manera de ver el mundo. ¿Cómo manejás esa exposición personal a la hora de construir ficción? ¿Dónde trazás el límite entre lo biográfico y lo narrativo?
Ricardo: Tuve la suerte de crecer rodeado de personas muy singulares. Desde chico me encontré en situaciones extraordinarias, no sé por qué, pero siempre supe apreciarlas, y muchas de esas experiencias se convirtieron en inspiración para mis personajes y relatos. A veces mezclo recuerdos, personas, momentos… y luego les invento mil cosas encima. Así nace una versión alternativa de lo que conozco, algo nuevo que conserva una raíz emocional real.
Arrancar desde alguien o algo muy específico me permite conectar de forma inmediata con lo que escribo, observar al personaje desde un lugar emocional pero también objetivo. Eso me ayuda a no forzarlo a actuar de una manera porque “sirve para el guion”. Si hago eso, el personaje deja de reaccionar orgánicamente y se vuelve un instrumento de la trama, pierde verosimilitud y complejidad.
Este ejercicio autobiográfico, por decirlo de alguna forma, me obliga a serle fiel al corazón del personaje: a lo que haría, diría o sentiría en determinada situación. Y eso lo libera. Le permite volar solo, crecer sin prejuicios. Es un proceso que me divierte mucho y me ha dado muy buenos resultados.

Cris Gee: Como nuevo talento de Mama Hungara, ¿en qué tipo de proyectos te gustaría incursionar y qué buscás aportar a esta nueva etapa desde tu lenguaje cinematográfico?
Ricardo: Siempre me atrajeron los proyectos publicitarios que parten de la necesidad de crear una experiencia emocional. Me parece uno de los desafíos más grandes, y también más hermosos, lograr conmover en apenas 30 o 60 segundos. Es casi un súper poder. Porque emocionar en una película de dos horas es una expectativa natural, pero lograrlo en un suspiro, en un sólo impacto, es una hazaña mucho más compleja.
Me interesa trabajar en espacios donde cada proyecto se piense desde una búsqueda genuina, con apertura a explorar nuevas formas de narrar. Hoy, donde la originalidad es una moneda escasa y el lenguaje audiovisual está en constante evolución, siento que es clave aportar miradas frescas, ideas con riesgo y sensibilidad. Eso es lo que me motiva y lo que traigo conmigo.
En ese sentido, sumarme a Mama Hungara es una oportunidad para seguir creciendo en un entorno que valora el proceso creativo y que apuesta por propuestas con identidad. Me entusiasma ser parte de un equipo que se anima a mover estructuras y construir nuevos modos de contar.