Con una mirada romántica y cinematográfica, la directora de fotografía se ha convertido en una de las jóvenes creadoras más prometedoras de la escena argentina.
Graduada de la Universidad del Cine (FUC) y formada también en La Fémis en París, Malu Boruchowicz construye narrativas sensibles y poéticas, alimentadas por la luz, el humor sutil, la cotidianidad y esa vulnerabilidad profundamente humana que revela lo esencial sin subrayarlo. Su trabajo en cine, videoclips, fashion films y comerciales se distingue por el uso creativo de recursos simples y visuales táctiles que potencian la historia.
En 2022 filmó su cortometraje Instrucciones para un saludo, escrito y dirigido por ella, que se estrenó en 2023 en el BAFICI, dentro de la Competencia Oficial. Ese mismo año, fue reconocida con el Diente de Oro del Círculo de Creativos como New Talent, además de obtener el Diente de Plata y el Diente de Bronce por el comercial “Búsquedas por Amor” para Alma Mora, y el premio a Mejor Dirección de Videoclip por “Te Encontré” de Julieta Venegas, junto a Lola y Anita Piñero. En 2024 también formó parte del Talents Berlinale y del Programa de Cine de la Universidad Di Tella.
En esta conversación con Cris Gee, Malu comparte su visión sobre esta nueva etapa de colaboración con Mama Hungara, orientada a proyectar su lenguaje autoral hacia iniciativas de escala internacional.
Cris Gee: ¿De dónde nace tu pasión por el cine y la fotografía, y de qué manera esa conexión temprana con el mundo audiovisual moldeó tu mirada como directora?
Malu: No podría decir con certeza de dónde viene la pasión, pero es un impulso que estuvo presente desde siempre. De chica, me sacaban de clase para que filmara o hiciera fotos en los actos escolares, y hace poco, revisando material para un proyecto documental, encontré un video donde mi papá me entrega una cámara por primera vez. Tenía cuatro años. Me conmovió ver eso, porque entendí que desde entonces no paré de mirar el mundo desde esa óptica.
Crecí en una familia muy vinculada al arte, al cine y al teatro. Mis abuelos fundaron junto a Manuel Antín la Universidad del Cine, donde antes funcionaba su propio teatro y centro cultural, “La Gran Aldea”. Creo que todo ese entorno fue moldeando una sensibilidad, una forma de observar. Para mí, dirigir tiene mucho que ver con eso: con elegir qué mostrar, cómo recortar un fragmento de lo cotidiano y convertirlo en una imagen que diga algo sobre la vida.

Cris Gee: Tus trabajos transmiten una búsqueda de lo humano a través de la luz, el énfasis en los encuadres, los objetos y las emociones. ¿Cómo definirías tu lenguaje visual hoy y en qué sentís que sigue evolucionando?
Malu: Me interesa trabajar desde una mirada precisa, que pueda narrar con economía de recursos sin perder potencia. Mi lenguaje visual parte de la observación y se apoya en los detalles: un gesto mínimo, una textura, una pausa. Busco que cada plano tenga intención, que la luz y el encuadre estén al servicio de la escena, como si fueran extensiones del personaje. Hoy siento que esa forma de mirar se vuelve cada vez más clara, más afinada y mi desafío es seguir explorándola en diferentes géneros y escalas de producción.
Cris Gee: En el comercial que realizaste para Chevrolet rompiste con el formato tradicional de un comercial de autos: apostaste por lo estático, por mostrar la vulnerabilidad masculina y por mantener al espectador en un estado de expectativa, dejando incluso al auto en un segundo plano. ¿Cómo fue el proceso para convencer al cliente y a la agencia de apostar por una propuesta tan distinta?
Malu: Cuando me proponen contar una historia breve y tengo libertad creativa, mi foco siempre está en la sensibilidad y en lo esencial. En este caso, decidí correrme del típico comercial de autos, lleno de paisajes, velocidad y épica, para explorar algo más íntimo. Me interesaba usar el auto no como protagonista, sino como un espacio simbólico: ese lugar que elegimos para pensar, para estar solos, para llorar, cantar o hablar con alguien importante. Un refugio.
La historia muestra a un hombre atravesando una separación. Está bloqueado emocionalmente, no puede “arrancar”. Y es a través de la voz de su amigo que logra hacerlo, literal y simbólicamente. El auto se convierte así en un vehículo de transformación personal, más que de transporte.
Creo que ahí hay un valor enorme para una marca: conectar desde lo emocional con experiencias reales, sin necesidad de forzar el mensaje. Mostrar un auto como parte de la vida, con todo lo que eso implica.
Cris Gee: Hay algo muy cinematográfico en tu forma de abordar proyectos publicitarios, videoclips o fashion films. ¿Cómo encontrás el equilibrio entre lo narrativo y lo estético en estos formatos tan diferentes?
Malu: Para mí, lo narrativo y lo estético no están separados, se necesitan mutuamente. Siempre parto de una lógica interna que me permita construir atmósferas con identidad. A veces una historia está contenida en un ritmo, en una mirada o en un movimiento de cámara. Lo cinematográfico aparece cuando todo eso tiene intención. En cualquier formato, busco que la imagen tenga peso propio y no dependa del subrayado. Esa búsqueda de coherencia estética-narrativa es lo que más me desafía y es lo que más valor puede aportar a una marca que quiera diferenciarse.
Cris Gee: En uno de tus últimos proyectos trabajaste con Tini Stoessel. ¿Cómo fue el proceso de dirección con una figura tan reconocida?
Malu: Dirigir a Tini fue un desafío interesante porque implicaba sumar a su universo algo nuevo, sin perder su esencia. Trabajamos desde un lugar muy colaborativo, buscando una imagen más adulta, más estilizada, pero que al mismo tiempo se sintiera auténtica. Lo que me gustó del proceso fue encontrar ese punto medio entre lo que ella representa y lo que podíamos potenciar desde la dirección y la estética. El resultado fue un trabajo cuidado, con identidad, que acompañó su evolución como artista.
Cris Gee: En algunos de tus trabajos aparece un humor sutil, casi como un guiño que convive con lo poético. ¿Cómo nace esa chispa de humor en tu narrativa visual?
Malu: El humor aparece cuando algo se desordena, cuando la lógica se corre apenas un poco. Me interesa ese desvío, que puede surgir de un personaje, de un objeto o del ritmo mismo del montaje. No es humor explícito, sino una grieta por donde se cuela lo absurdo, lo torpe, lo real. Creo que el humor tiene una capacidad enorme de conectar sin esfuerzo. Es una herramienta que uso para humanizar los relatos y, al mismo tiempo, ofrecer un respiro, una complicidad con quien mira.
Cris Gee: ¿Qué buscás en una productora y qué encontraste en Mama Hungara como socio creativo?
Malu: Busco un espacio que potencie la singularidad de cada proyecto. En Mama Hungara encontré una forma de trabajar que se alinea con mi mirada: sensibilidad, solidez y apertura para explorar caminos no obvios. Hay un compromiso con lo visual, pero también con la narrativa y con el proceso colectivo. Me siento acompañada para crecer, probar y construir piezas con una identidad clara.
Cris Gee: ¿Qué tendencias o movimientos creativos te están inspirando hoy en el mundo audiovisual y cómo te gustaría explorarlos en tus próximos trabajos?
Malu: Me inspira volver a lo esencial, a la pausa, a las narrativas que se permiten observar en lugar de explicar. Entiendo que las marcas tienen hoy la oportunidad de conectar desde un lugar más auténtico, más sensorial. También me entusiasma mucho el cruce de lenguajes: moda, arte, documental, comedia, deporte… Ese entrelazamiento puede dar lugar a piezas híbridas con personalidad visual. El fashion film, por ejemplo, me resulta muy estimulante porque permite fusionar lo cinematográfico con lo comercial de una manera fresca, elegante y emocionalmente relevante. Me gustaría seguir explorando esos bordes.