Después de tres décadas construyendo marcas globales en compañías como Coca-Cola, Nike y Converse, Andrés Kiger hoy canaliza esa experiencia hacia el ecosistema emprendedor como socio de Zero by Fifty, una firma que apuesta por startups sostenibles capaces de generar impacto medible, viabilidad financiera y escala real desde Latinoamérica hacia el mundo.
Hoy, como socio de Zero by Fifty, Kiger traduce su formación y aprendizaje en una convicción clara: las ideas con impacto solo sobreviven si logran convertirse en empresas reales. “Cuando empecé a trabajar más de cerca con startups me di cuenta de que había un vacío grandísimo, no tecnológico, sino de marketing y de storytelling”, explica.
El punto de inflexión en su carrera no fue un rechazo al mundo corporativo, sino todo lo contrario. Kiger reconoce el valor de haber pasado por grandes organizaciones: “La cantidad de herramientas, pensamientos e insights que uno aprende a través de 30 años es enorme”. Sin embargo, al acercarse al ecosistema emprendedor detectó un problema recurrente: “El pobre muchacho o muchacha que está montando una empresa, si no puede contar la historia, se va a ver limitado. No enamora al inversionista ni a la empresa a la que le quiere vender”.
Desde Zero by Fifty, esa brecha se convirtió en una oportunidad. El objetivo, dice, es “ayudar a que las ideas se vuelvan empresas”. Para Kiger, el éxito de una startup sostenible no se mide por discursos aspiracionales, sino por su capacidad de “llegar al otro lado del río”, es decir, de consolidarse como un negocio adoptado por el mercado.
En ese camino, la sostenibilidad no funciona como un atajo. “Las empresas no te dan un pase más fácil por ser un startup de sustentabilidad”, advierte. Al contrario, el filtro es el mismo que para cualquier proveedor. Por eso, la métrica central de Zero by Fifty exige un equilibrio no negociable: “Tiene que ser un negocio viable, con impacto ecológico y sustentable medible. Si no se dan las tres cosas, no funciona”.
Este enfoque se refleja en su modelo de capital híbrido, una alternativa a la inversión tradicional que combina financiamiento con involucramiento operativo. “El solo capital puede llegar a ser contraproducente si no saben qué hacer con él”, señala Kiger. En lugar de limitarse a inyectar recursos, el equipo se involucra de lleno: “Nos metemos en el campo de batalla. Ayudamos a vender, a crear campañas de marketing, a posicionar la marca. Somos parte integral del equipo”.
Esa cercanía también permite identificar qué distingue a las startups con verdadero potencial de escala. Más allá de la tecnología —que debe resolver un problema real— el factor decisivo es humano. “Tiene mucho que ver con la persona detrás de la idea, con el motor”, afirma. No se trata de fundadores perfectos, sino de perfiles dispuestos a reconocer lo que no saben y a transformarse: “Muchos vienen de un ángulo muy técnico y tienen que convertirse también en hombres y mujeres de negocios”.
México ocupa un lugar estratégico dentro de esta visión. Para Kiger, el país es un puente natural entre el mundo en desarrollo y los mercados globales. “Si logras entrar a México y hacer un buen trabajo aquí, se te abren oportunidades para Estados Unidos o el resto de Latinoamérica”. Un ejemplo es Alice, startup regiomontana que utiliza microalgas para la limpieza de aire y agua. “Ya están trabajando con multinacionales en México y empezando pilotos en Europa”, destaca.
No obstante, el reto estructural persiste. “Menos del 5 por ciento del capital destinado a este tipo de estudios va para Latinoamérica”, apunta. Paradójicamente, muchos de los problemas más urgentes —como el acceso al agua— están en la región, lo que convierte a México en un laboratorio natural de soluciones con alcance global.
En un contexto donde el greenwashing amenaza la credibilidad del sector, Kiger es contundente: “Tienen que pasar las mismas métricas que le exigen a cualquier otra empresa”. Prometer impacto no basta; hay que probarlo en condiciones reales y con estándares industriales.
De cara al cierre del año, Zero by Fifty reporta avances sólidos. Las startups que estaban en fase de construcción comienzan a levantar capital y a generar interés. Para el próximo año, la expectativa es clara: ampliar el portafolio en México y Latinoamérica y escalar de forma significativa algunos proyectos clave.
Entre ellos destaca Goodcup, una solución que elimina la tapa plástica en vasos desechables. “No es un producto verde, es un producto mejor”, afirma Kiger. Ya en el mercado mexicano, con buenos resultados en cafeterías y pequeños negocios, la ambición es clara: “El próximo año le vamos a declarar la guerra a la tapa plástica”, concluye.
