La serie de Netflix se convirtió en la más vista del mundo de habla no inglesa y fue acompañada por acciones masivas en vía pública.
La campaña para el lanzamiento de El Eternauta, el show de producción argentina más ambicioso de la historia, tenía que estar a la altura. Netflix Argentina y Monks Buenos Aires desarrollaron una campaña para vivir la serie en las calles. Porque, esta vez, el apocalipsis no comenzó en Nueva York, Tokio o Londres, sino en los barrios porteños.
El Eternauta, la esperada serie de Netflix basada en la emblemática historieta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, se convirtió en el título de habla no inglesa más visto del mundo, con más de 10.8 millones de visualizaciones y presencia en el Top 10 de 87 países. Pero antes de dominar las pantallas, tomó las calles de Buenos Aires.
La activación principal fue un camión militar cargado de cascadas gigantes, los grandes antagonistas de la primera temporada. El vehículo con el look & feel de El Eternauta recorrió avenidas y zonas icónicas como símbolo de la resistencia. De Zona Norte hasta la Feria del Libro, la gente compartió orgánicamente las imágenes del camión y llevó la narrativa de la calle hasta las redes sociales orgánicamente.
Además, vías públicas especiales como colectivos volcados y autos congelados por la nevada tóxica invadieron espacios cotidianos como la Avenida Libertador, Bullrich y el vial costero de Vicente López, generando una experiencia urbana y compartible.
“Quisimos que la gente no solo viera la serie, sino que la viviera. Si Buenos Aires es el centro del apocalipsis, entonces tenía que estar invadida por su narrativa”, cuenta Pablo Vitale, SVP Executive Creative Director de Monks Buenos Aires.
Uno de los hitos más comentados fue la irrupción en OLGA, el canal de streaming de Migue Granados. En plena transmisión en vivo, se simuló un apagón que dejó al estudio sin luz ni conexión. En medio de la confusión, apareció un tráiler exclusivo de El Eternauta, seguido por la entrada de Juan Salvo bajo la nieve. La escena terminó con Ricardo Darín en el estudio y desapareciendo en el mismo camión de la resistencia.
La campaña integró ficción y realidad, pantallas y calles, para rendir homenaje a una historia que es parte del ADN cultural argentino. Y lo hizo activando lo que Monks define como Real-Time Brands, una forma de intervenir el presente cultural con ideas vivas, que ocurren donde está la gente y que evolucionan a la velocidad de la cultura.