Fichap, plataforma de gestión digital de equipos de trabajo, ilustra con su situación una problemática que se está comenzando a plantear en distintos espacios laborales de Argentina, tanto grandes como pequeños.
Durante el aislamiento, el 50% de los trabajadores de CABA y cerca del 30% de la Provincia de Buenos Aires pasó de las oficinas a trabajar remoto, sin transición. Y, si bien a algunos les funcionó la modalidad de home office, otros tuvieron que coordinar el uso de dispositivos y espacios con todos los integrantes del hogar, entre otras dificultades que surgieron.
De esta forma, se empezaron a delinear algunas nuevas -y no tanto- dicotomías. Por ejemplo: los hogareños, quienes prefieren trabajar desde el hogar y los presentistas, que se inclinan por ir al espacio de trabajo; o los integradores y los segmentadores. Los primeros entienden que no existe tal separación entre trabajo y vida personal. Son los que en el medio de la videollamada pasean al perro, se preparan un café. Los segmentadores, por su parte, son sus antagonistas.
Más allá de las dicotomías, lo cierto es que el mundo laboral se retrajo 4 veces más, comparando al 2020 con el 2009, al mismo tiempo que disminuyeron un 8,8% las horas laborales a nivel mundial, según la OIT (Organización Mundial del Trabajo). Esto se condice con una disminución mundial del ingreso del 8,3%, dejando como consecuencia 81 millones de personas excluidas del mercado laboral.
Sin embargo, a medida que avanza el plan de vacunación en Argentina y en el mundo, trabajadores y empresas están pensando en volver a las oficinas, aunque sea en una modalidad híbrida. Pero el regreso genera resistencias. Hay a quienes les incomodan las conversaciones triviales y hay quienes tienen miedo de enfermarse.
Según CIPPEC, “el porcentaje de trabajos que tiene el potencial para realizarse desde el hogar se reduce a una estimación de piso de 18%, si tenemos en cuenta el uso efectivo de TIC en los hogares”. Debido a esto, las empresas activaron distintas iniciativas para incentivar a los colaboradores a regresar en pequeños grupos a las oficinas.
Ante esta situación, en Fichap -plataforma de gestión digital de equipos de trabajo- se echaron a andar “combinando agilidad y decisiones estratégicas”, según cuenta Sofía Corvalán Azzato, CMO & Head of People de la empresa. En plena pandemia el equipo aumentó 4 veces su tamaño: pasaron de ser 5 personas a 20 en menos de un año, y siguen sumando talentos. Pero hoy, con casi la totalidad de su historia transcurrida en pandemia, se están preguntando cómo volver, paulatinamente, a algún tipo de presencialidad.
Desde Fichap, Corvalán Azzato explica que “el equipo se incorporó casi por completo durante el aislamiento preventivo porque para nosotros el 2020 fue un año de mucho crecimiento. Por lo tanto, la progresiva vuelta al espacio de trabajo es más una invitación a pasar algunas horas de trabajo juntos que una imposición”.
Durante el proceso de cambio hacia un formato híbrido es importante entender que hay decisiones que se toman de abajo hacia arriba. A partir de las necesidades y deseos de los empleados, los líderes se deben hacer eco de los pedidos, escuchar e implementar los cambios con los ajustes que su organización requiera. En el caso de Fichap, tomaron sugerencias de un informe de Korn Ferry:
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Identificar quién puede volver a la oficina. Por ejemplo, algunos de los empleados pueden ser población de riesgo o tener familiares con esa condición que forman parte de la población de riesgo. Conocer las diferentes realidades y acercar posibilidades a esos empleados para darles a elegir entre un modelo remoto o híbrido es vital.
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Detectar qué rol es necesario que vuelva a la oficina y quiénes pueden seguir haciendo home office.
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Medir cómo fueron las experiencias presenciales para saber qué ajustar, cómo mejorar.
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Adaptar los espacios para hacerlos seguros pero a la vez que promuevan el trabajo en equipo.
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Hacer acciones para los grupos que asisten. No es necesario que esto sea algo formal, como una actividad organizada. También pueden ser reuniones esporádicas, por ejemplo compartir un almuerzo o un desayuno. Se trata de crear un espacio compartido, no solamente de ofrecerlo.
En el caso de los empleados más jóvenes que por primera vez se presentan a un empleo presencial, hay toda una preparación que se tiene que llevar a cabo, sobre todo por parte de las empresas para ayudarlos a prepararse para la ocasión entendiendo que la dinámica en la oficina es diferente a la dinámica en casa. Por lo tanto, las tareas que se adaptan mejor a esos días de trabajo en la oficina pueden y tienen que ser diferentes. El tipo de trabajo que se hace presencialmente es diferente al que se hace desde casa.
Sofía Corvalan Azzato cuenta que en Fichap los empleados que no se conocían presencialmente comentaron, la primera vez que se vieron, que tenían la sensación de ya conocerse previamente por las videollamadas en conjunto. “Lo cierto es que la presencialidad es otra forma más de conocernos. Y en esos primeros encuentros también hay barreras que sortear”, agrega.
Con aquellos que están transitando sus primeras experiencias laborales es importante adoptar una postura de recibir, de acompañar y acoger. Pero también de dar el espacio para que la dinámica sea otra, no la misma que la del trabajo remoto.
Finalmente, el proceso de cambio se vive como lo que es: una transición aún atravesada por la crisis sanitaria, llena de incertidumbres. Acercar posibilidades, a la vez de proponer encuentros presenciales es importante. Lo cierto es que el trabajo ya estaba cambiando antes de la pandemia. Ahora cambió definitivamente.